Aquí reproduzco el principio:
Cuando algo va mal, cuando ves cómo las decisiones que has tomado no han dado los resultados previstos, puedes hacer varias cosas. Una es negar la situación y actuar como si todo fuese bien, otra es lamentarte y culpar a cualquiera salvo a ti mismo de lo que ha sucedido. Para muchos, aquí acaban las opciones. Por supuesto, queda otra vía más audaz y difícil: admitir el error, intentar entender qué ha ido mal y ponerse en marcha para probar una nueva aproximación al problema.
Que la Ley de Dependencia ha ido mal es algo en lo que casi todos coincidimos a estas alturas. De cómo se entienda este fracaso y de cómo se afronten las cosas a partir de ahora depende no sólo la supervivencia de muchas empresas que invirtieron grandes cantidades de dinero, o el puesto de trabajo de miles de profesionales, sino además, y lo que es más importante, el bienestar de una parte de la población especialmente vulnerable y merecedora de nuestra solidaridad.