Una forma de ver la Atención Centrada en la Persona
consiste en intentar que dentro de una residencia, el entorno, las actividades,
la comida… “lo que pasa” en el día a día
de los residentes tenga una dimensión humana que tenga en cuenta los gustos,
preferencias y necesidades de cada una de las personas que allí viven. Para caminar en ese sentido debe pensarse
tanto en el diseño arquitectónico del centro como en la organización del
personal o de las actividades que tendrán lugar.
Eso es lo que están
haciendo unas cuantas residencias en España desde hace algunos años. Lo que entre nosotros no está teniendo tanto
predicamento, pero sí observo en los viajes geroasistenciales de
Inforesidencias.com, es la creación de residencias especializadas para personas
que tengan algo en común.
He visto algunas para
personas homosexuales, de religión musulmana, aficionados a los deportes o que
tengan el idioma español como lengua materna (esta la vi en Estocolmo). La idea no es clasificar a los mayores y
enviarlos donde “les toque”, sino promover la existencia de una oferta variada
de forma que cada cual pueda decidir, si necesita una residencia, a cuál quiere
ir, sabiendo que hay una oferta variada entre la que elegir.
En el último viaje a
Hannover, visitamos una residencia de personas mayores que se ha especializado
en atender a personas obesas. Lo curioso
es que no se trata de atender a “personas mayores con sobrepeso” sino a
personas con un sobrepeso elevado (hasta 350 kilos) a las que esa circunstancia
ha afectado su salud y que eligen vivir en un entorno residencial.
La pregunta fue inmediata
¿ingresan para adelgazar y volver a sus domicilios anteriores?, la respuesta
llamativa. “No se trata de un centro de rehabilitación. Quien ha ingresado con sobrepeso recibe, si
lo desea, asesoramiento nutricional, puede participar en actividades físicas y
de otro tipo pero no se le impone nada”.
En la residencia disponen de camas tipo hospitalario de 1,40, de ancho,
mobiliario y ayudas técnicas especiales que facilitan la vida de las personas
con un elevado peso. Muy pocos de los
que han ingresado en los pocos años que lleva funcionando, han vuelto a sus
casas. Esta es ahora la suya.
La idea puede resultar
chocante en un principio. La sociedad tiende a tener la actitud de culpar a las
personas obesas por su obesidad. Pero, en una sociedad donde aquéllos que
tienen sobrepeso son casi la mayoría y los obesos un porcentaje importante, esa
actitud va cambiando hasta el punto de que en Alemania, una parte del coste de
la estancia en la residencia lo cubre la administración.
Me llamó la atención que
la residencia se pareciese tanto a aquello que suelo visualizar cuando pienso
en una residencia donde se aplique ACP, o sea un sitio con cierto
desorden. Así, los dormitorios tenían
ropa encima de las sillas, muchas cosas desorganizadas en la mesa e incluso en
una, alguien había dejado unas zapatillas encima de la cama.
Nos dijeron que
consideraban que esa era su casa de
forma que las personas ordenadas tenían habitaciones ordenadas y las
desordenadas… pues eso. Me extrañó que precisamente nos enseñasen dos
habitaciones desordenadas pero nos dijeron que habían preguntado a los
residentes y habíamos visto los dormitorios de los que consintieron en
enseñarlos. Pensaron que querríamos verlos en su estado normal, y así lo
hicimos.
Puede parecer
sorprendente, de hecho cuando publiqué una de las fotos en Facebook el debate
subsiguiente fue más sobre el desorden que sobre la atención.
Lo que me parece
inspirador de lo que hemos visto en esta residencia es, en primer lugar que
alguien haya pensado que existe una necesidad por cubrir y haya planteado una
solución quitándose de encima el constreñimiento de pensar que una “residencia
de mayores” tiene que ser sólo para mayores, como si éstos fuesen una especie
de categoría humana diferenciada.
En segundo lugar, me
inspira ver residencias en las que la filosofía de ACP ha cuajado. Normalmente el primer obstáculo a vencer
cuando se piensa en implementar un modelo basado en esta filosofía está en el
cerebro de los cuidadores, familiares y profesionales.
No me cuesta imaginar a
una persona de 130 quilos que ingresa en una residencia española. Estoy casi seguro que nuestra primera pulsión
sería la de “ponerle” una dieta hipocalórica y pautarle unos ejercicios. De igual forma me imagino que acompaño a un
grupo de profesionales alemanes a visitar una residencia en España; estoy casi
seguro que me enseñarán una habitación muy bonita y ordenada.
Somos así.
La filosofía de cuidado
que hemos heredado es la de “cuidar” a la persona fijándonos en sus necesidades
e intentando reducir sus riesgos. En la
forma de ver las cosas a que estamos acostumbrado esas necesidades las valoran
los profesionales y ante las mismas disponemos de una batería de tratamientos y
actuaciones que podemos llevar a cabo.
Detectar una necesidad y no actuar es una especie de tabú.
Si alguien sufre obesidad
mórbida, es hipertenso, diabético o tiene un claro riesgo de caída sabremos
detectar la necesidad de adelgazar, controlar la tensión, el azúcar y de tomar
medidas para evitar la caídas. Si la
persona no lo acepta, intentaremos convencerla. ¿Cómo vamos a no actuar ante la
hipertensión cuando sabemos que puede tener efectos tan negativos? ¿Cómo dejar
a un diabético que viva una vida descontrolada si sabemos que tiende a comer
mal y eso aumentará mucho las posibilidades de quedarse ciego o de perder los
dedos de los pies? Si no le podemos
convencer, lo intentaremos más.
Posiblemente sus
familiares no entiendan que en una residencia alguien obeso, hipertenso y diabético,
pueda “no seguir” la dieta adecuada.
Precisamente algo que les llevó a tomar la decisión del ingreso fue que
su madre tuviese una vida más saludable; en casa siempre “comía mal”. Al final, posiblemente, de una forma u otra
acabemos imponiendo la dieta pautada y la residente acabe comiendo a escondidas
cosas inadecuadas, que paradójicamente, le traerán, también a escondidas, sus
propios familiares.
Somos así. Y precisamente por eso, cuando hablamos de
ACP, debemos empezar por esforzarnos por hacer un cambio de perspectiva que
puede partir de aceptar cómo somos ahora.
En mi opinión, lo profesionales, se sienten incómodos si
han de respetar la voluntad de una persona que ellos saben que es claramente
perjudicial para su salud y bienestar; los
familiares, en gran número, piensan que la residencia debe ofrecer una
combinación de seguridad/cuidados y están dispuestos a denunciar si consideran
que lo que está recibiendo su ser querido no es “lo correcto” aunque sea lo que
el mayor quiere; los administradores,
de las residencias, ven como sus clientes valoran más que los visite el médico
a menudo a que se les pregunte cuántas veces a la semana quieren ducharse; los
jueces obligan a indemnizar a familiares por caídas y “fugas” de residentes
que se podrían haber evitado haciendo “lo correcto”, no lo que el residente
quería; las inspecciones y
administraciones, sancionan el incumplimiento de menús pautados o las
planificaciones de duchas convirtiéndose en auditores burocráticos más que en
elementos facilitadores.
A partir de aquí
podríamos conjurarnos para avanzar en el respeto a las preferencias y opciones,
aunque requiera amueblar de forma diferente nuestras cabezas.
La residencia para
personas obesas y muchas otras que hemos visitado en Alemania, Suecia, Holanda
y otros países pueden servir de ayuda.
Espero que si algún día
llego a necesitar una residencia el cambio de mentalidad ya sea una realidad,
estoy convencido de que el resto puede venir mucho más fácil.
Josep de Martí